viernes, 19 de septiembre de 2014

Casi

Reduzco, desarmo parte por parte cada pensamiento que tengo.

Necesito hacerlo, porque siento que todo viene anudado de otro lado. En eso no miento, esto soy. 
Siempre digo lo que siento. Lo expreso, porque me es natural hablar de lo que me pasa por adentro. No así de lo que me pasa por fuera. 

Hablo de sentimientos, de pensamientos, como si fueran los temas más simples del mundo, el clima, el transito, la noticia de hoy, que sentís, que siento, que nos pasa, que no nos pasa. La gente tiene miedo a estos temas. Yo prefiero hablarlos, buscar mis contradicciones, ponerlas en una olla, revolverlas, sacarlas, después meterlas en el lavarropas, centrifugarlas bien, para finalmente ponerlas a secar al sol. Sí, de la cocina al lavadero. 

No gustan las contradicciones, ¿no? No se asumen, no se analizan, se esquivan, están ahí y flotan. Odio las cosas que flotan, me molestan, ¡bajemoslas! 

Sostengo que hay que revisar, darle vueltas de rosca a las cosas. Pelear, llorar, gritar, reírse, asumir, respirar.

A veces dudo, no de mi. Dudo de lo que percibo del resto. No sé si entiendo que pasa y que no pasa. A veces no quiero entender, no quiero saber. Otras, quiero desesperadamente que me expliquen, porque no entiendo las señales. Así, simple. Quiero ir y preguntar ¿Qué pasa? 

No siempre es una pregunta fácil de hacer. Las personas se quedan mirando, ¿Qué tiene que pasar? ¿Porque flasheas que pasa algo? 

Pasa. Cuando lo siento, es porque pasa algo. 

Y así, esto de lo que me es fácil hablar, termina siendo casi difícilcasi contradictorio. 

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