viernes, 7 de junio de 2013

Al borde del mar.

Esto es raro, difícil.
Me siento caminando en la cuerda floja. Cualquier cosa me puede hacer caer, o hacer reír y estar feliz.

Me molesta un poco, un poco.

Al borde del llanto y de la risa, todo el tiempo.

Los ojos celestes me miran, me quieren, y me quieren matar, quieren llorar, pero no pueden. Se ríen, se enojan, ponen cada media hora esa cara de pato podrido que no remontas con nada.

De espaldas al primer atardecer en la playa, con cara de no saber para donde correr. Contradiciéndose a cada palabra.
Vamos a Lima, vuelvo a Buenos Aires.

Lo único que pienso cuando lo miro es que es hermoso, que me lo quiero comer a besos. Es el tipo más tierno que me cruce en mucho tiempo. Me hace reír tanto, me mira con cara de muerte y me causa tanta risa y ternura.

Se pregunta que hacer a cada rato.
No sé que vamos a hacer, ni a donde vamos a ir.

No me quiere dejar sola, y yo no quiero que se vaya. Lo quiero acá. Haciéndome reír, olvidándose cosas, tocándose la barba, tratando de enseñarme cajón, dudando que hacer, durmiendo de espaldas, siendo lo que es.

Nada, eso... te quiero tanto.

Escrito en Pisco, ahora, así, con los ojos celestes al lado.